19 oct 2011

El Pulmón Verde


La primera entrada ha sido un merecido canto laudatorio a esta fascinante ciudad andaluza: la Córdoba romana, la Córdoba mora, la Córdoba cristiana o la Córdoba moderna y nostálgica.
Tal vez convenga ir bajando poco a poco de la nube y aterrizar en la realidad actual con una mirada más exigente. No debemos eludir el ámbito de la crítica, la propuesta, la denuncia y las exigencias de cambio.
Aunque los más graves problemas puede que se den en el campo social, que trataremos en otro momento, me estrenaré en este empeño con una idea que propuse hace casi siete años en que la ciudad ya padecía el universal problema urbano del tráfico y la contaminación. Hoy no solo no se ha resuelto sino que se ha agravado.                                                                                                                                              



       Estamos asistiendo a un debate sobre la peatonalización del Centro. Está por decidir si la calle Cruz Conde, recién reformada, finalmente tendrá que soportar tráfico, como muchos temen.
        Sería un grave error. Pero no parece que haya buenas alternativas para dar acceso y salida a los aparcamientos privados y públicos de la zona.
   Este atrapamiento es la consecuencia de una política urbanística medioambiental miope.
     




      A la falta de radicalidad en la toma de decisiones se une la equivocada decisión de construir un gran aparcamiento (calle Sevilla) en el meollo de la ciudad para meter aún más tráfico por las estrechas calles del Centro y hacer inviable dar el protagonismo en la calle al peatón. Serán cerca de doscientas plazas, entre uso privado y público.
 







        Esto es más lamentable dado que los aparcamientos de La Victoria y del Vial Norte, que están, como máximo, a cinco minutos del Centro, suelen disponer de plazas libres.
    El acierto de la construcción de estos grandes aparcamientos en el semicentro se puede ver devaluado por el error de facilitar el aparcamiento público en el centro del Centro. 




        A continuación muestro una de las seis propuestas que planteé en 2005 sobre algunos de los cambios que podrían mejorar la calidad de vida en Córdoba  y que me consta que estuvieron en la mesa del primer Teniente de Alcalde de aquellos años.

“EL PULMÓN VERDE”

“De todas las ideas planteadas hasta ahora, creo que ninguna merecería ser considerada más imprescindible que esta, porque nada hay más urgente en las ciudades modernas que empezar a resolver desde el largo plazo los problemas de deshumanización que las hace cada vez menos habitables pero, paradójicamente, cada vez más habitadas.

Hace cincuenta años, Córdoba estaba rodeada de un cinturón verde formado por numerosas huertas. No sólo aportaban sus frutos, sino  que también limpiaban el aire, constituían una eficaz barrera contra los vientos rasantes cargados de polvo y proporcionaban un grado de humedad importante.


     Con un tercio de la población actual y con un tráfico rodado casi inexistente, la débil contaminación provenía de la industria cementera y metalúrgica. La fiebre especulativa del suelo estaba empezando. Hace algo menos de veinte años, quien viviera, por ejemplo, en la avenida de Cervantes, todavía podía gozar en la terraza de las noches de verano. Hoy, el humo y el ruido del tráfico te lo impiden, obligándote a cerrarlo todo y refugiarte en el aire acondicionado. Eso supone más consumo, más derroche, más contaminación y peor calidad de vida.

La planificación actual que pretende controlar el crecimiento urbano no resulta suficiente para resolver el creciente problema expuesto. Hay que definir ya el modelo de ciudad a la medida del hombre, no a la del coche.

Por otro lado, Córdoba, como ciudad irrepetible, como tantas otras ciudades cargadas de historia, está en nuestras manos en un momento crítico. Impedir que lo antiguo se adultere y envejezca sin remedio asfixiado por lo nuevo es un compromiso ineludible que tiene que traducirse en hechos bien planeados, con el presupuesto y el tiempo que se crea necesario.
Una joya necesita el mejor estuche, una protección amable que sustituya a las antiguas murallas, una muralla verde y, más allá que crezca la nueva Córdoba, no hay que poner freno al progreso contenido.

Creo que la ciudad de Vitoria ha sabido entenderlo y no creo que la capital alavesa estuviera tan agobiada por la contaminación: es política preventiva y deseo de conseguir una ciudad más humanizada lo que hace el milagro.
En Córdoba se nos han quedado metidos en las entrañas varios polígonos industriales: ni Chinales, ni Pedroches, ni Granadal, ni Torrecilla, ni algún otro polígono de similares características o industrias no limpias, deberían permanecer ahí más de diez años, hay que reubicar las áreas industriales de modo que no sean un obstáculo en el futuro para la expansión ordenada de la ciudad. Alejarlas de la zona de poniente que es el canal natural de entrada de los vientos dominantes.
Y no es sólo la necesidad de dotar a los ciudadanos de confortables viviendas el motivo de esta urgencia, sino el no dejar pasar la oportunidad de cambiar el signo del escaso interés político en relación con el medio ambiente. 

Una nueva "cicatriz" cuyos efectos medioambientales ignoramos
Por otro lado, un gran proyecto de viales urbanos y periféricos nos van a envolver sin remedio y los espacios entre viales se llenarán de nuevos barrios. Eso ya está ocurriendo en el espacio interior de las rondas y me temo que será lo que se nos viene encima con las variantes. Hay un chantaje económico que repite el loco crecer de ciudades infierno y, ante la profética advertencia de los expertos invitados a numerosos foros soufflé, se sigue haciendo oídos sordos huyendo por la senda de un destino fatal.

Mi propuesta tiene varias caras. Despachemos la primera diciendo que la Ciudad Patrimonio, aspirante a ser Capital Cultural, ni me la toquen, sólo para intervenir para que no se aje, y restituyan lo que han permitido que se pierda: sus refrescantes plazas, el reino del naranjo, ese rey del equilibrio botánico, tan denostado; y los estilos y materiales en su genuina modalidad, Córdoba, como oasis para vivir reconfortado, no para huir de ella como de un caldero. El tráfico rodado aliena a la ciudad antigua y atormenta al paseante; el ciudadano tiene que exigir que los automóviles sean excluidos como peligrosos intrusos. Y hagamos también algo por alejarnos de los fetiches turísticos. 

Calle "típica" de la Judería de Córdoba
La mayor catetez consiste en dejar que se siga trasladando la Costa del Sol a la Judería. Este es sólo uno de los infinitos síntomas de pérdida de identidad. Y conviene que no olvidemos que la personalidad de Córdoba no sólo se fundamenta en el barrio de la Judería, sino en la totalidad de los antiguos barrios llamados populares.

La segunda cara de mi propuesta mira hacia la Córdoba que ha crecido y hacia la que va a crecer, sin renunciar a ninguna de las tres córdobas, pero haciendo lo posible por que vivan en armonía. Me gusta la idea de los alaveses, pero no como proyecto para ganar ningún examen de oposición a ninguna candidatura, sino como concepto de vida: esto es lo que merece la pena que el ciudadano valore y exija.

En esos diez años, o más si fuera necesario y se adoptara un compromiso sincero, habría que ir sustituyendo el territorio industrial y los espacios constreñidos por el cinturón de viales, por zonas boscosas en las que se instalaran pequeñas centrales de energía solar, para proveer las necesidades de energía eléctrica de los servicios públicos. El panorama de la ciudad nueva cambiaría. No creo que una propuesta de este tipo bien informada por los responsables del gobierno de la ciudad pudiera encontrar una respuesta negativa del ciudadano si se le pidiera un sacrificio económico justo y proporcionado. Para empezar, por ejemplo, se puede ir pensando en reducir gastos en efímeros fuegos fatuos. Ayudaría a levantar la pesada losa del déficit.

El patrimonio histórico de la ciudad no sólo se enriquece con grandes obras emblemáticas de centenares de millones de euros, sino que además hay que ennoblecerla por los caminos del respeto a nuestro patrimonio natural y a sus recursos, ya que sólo así se configurará el creciente patrimonio de la Córdoba futura.
Y para recorrer embelesados tan hermosa ciudad debemos de hacerlo a pie y, como no siempre será posible, que cuanto antes se disponga de un buen transporte urbano movido por energía no contaminante.”

Que el lector reflexione sobre la evolución de las condiciones medioambientales en Córdoba desde que se hizo esta propuesta al comenzar el año 2005.

4 comentarios:

  1. Me parece muy interesante esta nueva entrada en la que se hace una defensa del patrimonio natural de Córdoba. Esperamos que en un futuro cercano nuestra ciudad pueda ser también una capital libre del ruido, de la contaminación, y del excesivo tráfico. Queremos un pulmón verde para respirar y vivir.

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  2. Gracias, P. de C.
    Aunque es un deseo que comparten la mayoría de las personas, a la hora de la verdad suelen primar intereses que no coinciden con los intereses generales. Pero también expresando nuestra opinión podremos ir forzando el cambio de mentalidad y de la situación.
    Un abrazo

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  3. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Hay que hacer una ciudad a medida del hombre y no del coche; una ciudad amable con zonas verdes y árboles que nos protejan del sol y no de adorno metidos en macetones. Pero ¿CUÁNDO se darán cuenta NUESTROS GOBERNANTES? ¿Por qué hay que ir en coche hasta el mismísimo centro? ¿Por qué no se conserva el sabor tradicional en plazas y calles que dan a Córdoba unas señas de identidad propia? ¿Por qué.......? Hay tantos porqués que tendrían que contestar las autoridades municipales...

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  4. Qué razón llevas, Alondra. Hay otras ciudades que nos podrían servir de modelo, pero cuesta mucho cambiar una tendencia de muchos años. Poco a poco los ciudadanos concienciados con la mejora del medio ambiente podemos influir para que la situación mejore.

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