31 dic 2012

¿Cristianismo vs. socialismo?



La fraternidad es un valor universal común a muchas creencias e ideologías; cómo no, también al cristianismo y al socialismo, así como los principios de igualdad, compasión, solidaridad; incluso la “teología de la liberación” aboga por luchar por la justicia social. Así que se propaga una injusta verdad a medias: Si ayudas a un pobre, te comportas como un cristiano. Si preguntas por qué hay pobres, te comportas como un socialista.
Existe también un principio ético común que consiste en el respeto al otro para ser respetado. Sus raíces son ancestrales y se transmite en la tradición convirtiéndose en un principio espiritual que podemos considerar universal. Veamos algunos ejemplos:
 “Todo lo que queréis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros también a ellos” (Mateo). “Lo que no desees para ti no se lo hagas a los demás” (Confucio). “¿Cómo puedo hacer a otro algo que no deben hacerme a mí?” (Budismo). “Desea para los hombres lo que deseas para ti mismo, así serás musulmán” (Mahoma). En una línea similar, Vivekananda pregona desde el hinduismo: “Nosotros no sólo creemos en la tolerancia universal, sino que pensamos que todas las religiones son verdaderas” –buena lección de tolerancia desde el relativismo–. Séneca nos sentencia: “Debes vivir para el otro si quieres vivir para ti”. Y Gandhi propaga este hermoso principio: “El Ganges de los derechos nace en el Himalaya de los deberes”.
Algunos principios cristianos:
Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras. Ponte de acuerdo con tu adversario pronto. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede. No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan… Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano. El que dice que ama a Dios y desprecia al hermano es un mentiroso.
Algunos principios socialistas:
Libertad, igualdad y solidaridad. Ética social. Conciencia de las situaciones de injusticia. Superación de las desigualdades sociales. Afirmación de la dignidad de todas las personas. Defensa de los derechos universales materiales y espirituales.
Algunos principios de la Teología de la Liberación:
Liberación de la esclavitud y la pobreza. Compasión y compromiso por el que sufre. Ayudar a conocer y superar la propia situación de injusticia de los pueblos oprimidos. Recuperar la dignidad a través de la educación y la defensa de los derechos.


Algunas acciones del poder en los años ochenta (Reagan, Tacher y Juan Pablo II, como jefe del Estado Vaticano):

Identificar Teología de la Liberación con comunismo/socialismo. Censurar que el cristiano intervenga para cambiar las situaciones de injusticia mantenidas por los estados. Perseguir y condenar, especialmente en América Latina, la “Teología de la Liberación”. Intervenir o apoyar la intervención militar para mantener a dictadores partidarios de sus planes políticos, económicos o religiosos.

10 dic 2012

Hace 64 años



El capitalismo va en la actualidad en sentido contrario a lo proclamado el 10 de diciembre de 1948 en la Carta de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Esos derechos han sido convertidos en una mercancía. Quien no tenga dinero, tendrá cada vez más difícil en el futuro el acceso a los derechos básicos: educación, sanidad, empleo, vivienda y demás prestaciones sociales. En lugar de procurar que los países menos desarrollados se acerquen al estado de bienestar del primer mundo, se está consiguiendo que este nuestro mundo retroceda al encuentro de los países más pobres. Están tratando de convertir los estados en megamercados en donde el ciudadano es valorado como un mero cliente.
Los derechos humanos están dejando de ser la meta de las políticas sociales. Lo prioritario del estado en el capitalismo es incrementar el capital de bancos y grandes oligopolios y garantizar con el dinero de los impuestos –que burlan los ricos– el pago de la deuda que contraen en sus jugosos negocios. Para asegurar este pago, hasta la Constitución se reforma –se asalta– sin ningún problema (artículo 135).
Se dice que se están poniendo las bases para que a medio plazo se produzca la reactivación económica y la salida de la crisis. Eso es radicalmente falso porque, al menos, se van a producir dos graves efectos: uno, la miseria de muchos millones de personas; y otro, la implantación para muchos años de un sistema opresivo y de ruina económica para las clases bajas y medias con el consiguiente fracaso de las jóvenes generaciones mejor preparadas de nuestra historia. La vida que les espera va a ser muy dura.


Para confirmar el desprecio por los Derechos Humanos, basta con echar una ojeada a algunos de los artículos de la Carta:

Artículo 1: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Artículo 2.1: “Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.

Por si alguien cree que esto se cumple, veamos otros:

Artículo 23.1: “Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo.
Artículo 25.1: Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.

Las políticas actuales -librémonos del chantaje de la crisis- ¿de verdad se orientan por estos principios? ¿No está claro que de forma brutal nos vienen cambiando el rumbo en los últimos años? Lo peor es que aún seguimos dudando de lo que ocurre y así no es posible el cambio.

Ver los 30 artículos de la Declaración Universal de los DerechosHumanos.

28 oct 2012

¿Dónde está la salida?


¿Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades? Es decir, ¿hemos gastado más de lo que ganamos? ¿Nos endeudamos cada vez más para pagar lo que debemos? ¿Somos de los que hemos comprado para invertir (por ejemplo, una vivienda) en tiempos en los que vender después era un gran negocio porque pagábamos el crédito y además obteníamos beneficios? ¿Creíamos que esto no se acabaría nunca? Si no lo creíamos, pocos renunciaron a dejar este juego, hasta que llega un momento de pánico y los acreedores temiendo no cobrar la deuda cierran el grifo de los créditos. Y aparece el calvario de la deuda y la parálisis de la economía y los despidos y los desahucios...

Cuando personas, y sobre todo grandes empresas, bancos y Estados llegan a este punto, el resultado es lo que los expertos llaman apalancamiento; lo que en el entorno americano llaman el “momento del Coyote Vil”, es decir cuando el personaje de dibujos animados se da cuenta de que está suspendido en el aire y cae de repente; es lo que desgraciadamente todos estamos conociendo como la burbuja financiera o inmobiliaria; cuando se pincha, el sistema entero parece venirse abajo. El gran carrusel gira cada vez más deprisa hasta que los débiles son centrifugados del sistema y lo pierden todo; los fuertes, que ya se embolsaron pingües beneficios en tiempos de las vacas gordas,  son rescatados en los malos tiempos por el Estado, es decir con los impuestos de los ciudadanos que cada vez se empobrecen más por la complicidad y el engaño de los gobiernos.

Eso es lo que está pasando. Cuando todo parece ir bien, creemos que siempre irá bien o al menos eso es lo que nos han hecho creer los que nos concedían hipotecas alegremente. Bueno, esas alegrías hay que pagarlas ahora. Pero, ¿quiénes las estamos pagando? Los que somos menos o nada culpables: los desahuciados, los ciudadanos menos pudientes y las pequeñas empresas. En cambio, los grandes instigadores del consumo desenfrenado (multinacionales  y grandes bancos acreedores) ven recompensado su bandidaje legal con el dinero que los Estados nos sacan a través de los impuestos, desatendiendo y recortando sin medida los sueldos y los gastos sociales.

Lo que puede interesar de todo esto y de las realidades que analizábamos en el artículo anterior es confirmar que el poder económico mundial nos va engolosinando a través de una publicidad engañosa e insistente con el señuelo del consumo facilitado por créditos ventajosos hasta hacernos creer que vivimos en el mejor de los mundos posibles sin percibir que la deuda que acumula el sistema crea una enorme burbuja que nos va engullendo poco a poco hasta que estalla en nuestras narices y sobreviene la crisis. A partir de ese momento comienza lo peor: La doctrina del capitalismo del desastre, aprovecha estos momentos de shock, que casi siempre alimentan los políticos y siempre son consecuencia de las crisis cíclicas que provoca el propio sistema del capitalismo salvaje, para dar una vuelta de tuerca más en perjuicio siempre de los de abajo que pierden súbitamente, como en el más voraz de los casinos, los recursos básicos para sobrevivir y los derechos adquiridos tras años de lucha.

Sin un consumo sensato, sin el desenmascaramiento de las actuales políticas del desastre y sin el voto consciente de los ciudadanos para exigir políticas de justicia social, nos seguirán llevando a una mayor degradación de las democracias –en el caso español, enferma de nacimiento– y a un agravamiento de la desigualdad.

14 oct 2012

Las políticas del desastre


El poder del voto se pervierte si el ciudadano no castiga los incumplimientos de los programas electorales. De ahí la importancia de conocer a fondo las verdaderas intenciones de la acción política. A ello vamos a dedicar la presente entrada.

El trabajo, controvertido pero documentado, de la periodista canadiense Naomi Klein sobre las políticas económicas inspiradas en la doctrina de la Escuela de Chicago es un buen referente para reflexionar sobre las causas de la crisis actual.

El psiquiatra Ewans Cameron desarrolló en Montreal una técnica agresiva para “vaciar el cerebro” de sus pacientes mediante la aplicación de electro-shock y de este modo modificar su conducta. Al mismo tiempo, el Nobel de economía Milton Friedman, de modo paralelo, orientó a los jóvenes de la Escuela de Chicago (Chicago Boys) con la idea de que ciertos acontecimientos (guerras, crisis económicas, catástrofes, estados de emergencia, golpes de Estado, dictaduras represivas…), provocados o no para ese fin, producirían un efecto similar al electro-shock. Unos ciudadanos poseídos por el miedo y en estado de shock económico aceptarían con escasa conflictividad el control del déficit público, la desregulación capitalista, las privatizaciones… con el argumento de que aumentarían el desarrollo económico y el bienestar general. Es la doctrina que se viene aplicando en todo occidente desde los años setenta. Las consecuencias ya las conocemos: el enriquecimiento progresivo de una minoría que controla el poder y el empobrecimiento radical de la mayoría.

En el artículo anterior adelantábamos cómo la Escuela de Chicago logró imponer su dogma económico neocon en la política del G.H. El primer ensayo en el exterior se cebó con el país chileno al comenzar la década de los setenta. El creciente apoyo popular que adquirió Allende hizo reaccionar al G.H. por temor a la expansión del marxismo y porque las nacionalizaciones de empresas, como las mineras Anaconda y Kennecott, perjudicarían sus intereses en Chile.

Después del apoyo de la CIA al golpe de estado de 1973, la visita de Kissinger y Friedman propició que jóvenes chilenos de la era Pinochet fueran formados en la Escuela de Chicago. El trauma y el pánico que provocó la sangrienta represión contra la población facilitó la aplicación de sus políticas: El Estado al servicio de la oligarquía,  libre mercado, privatización de lo público, desactivación de la lucha sindical, supresión de la negociación colectiva, del sueldo mínimo y de la protección social, descontrol del sistema económico financiero, reducción de los impuestos a las grandes fortunas, recorte de libertades civiles y envilecimiento de la legislación en materia de orden público y del aparato represor para “combatir el marxismo” y anular por el miedo la reacción de los ciudadanos contrarios a estas políticas.

Un aparente progreso llevó finalmente al desastre económico de 1982. Cuando Pinochet quiso deshacerse de su equipo de asesores neoliberales ya era tarde. El propio Nixon, al aplicar la misma doctrina, fracasó en su primer mandato, por lo que dio la espalda a Friedman y aplicó políticas económicas en la línea keynesiana del New Deal. Logró su segundo mandato, aunque el gasto militar, la guerra de Vietnam y finalmente el caso Watergate paró el proceso de mejora de la economía y creció la deuda, la inflación y el paro.

La terapia se aplicó también en Argentina. Al final de los setenta, con Carter presidente, el G.H. apoyó el golpe y la política de exterminio del presidente Videla que llevó la crueldad contra los opositores al régimen, tildados de marxistas, más allá incluso que Pinochet. Aprovechando el estado de shock de los argentinos, ¿qué política se aplicó? Exacto, Kissinger recetó las políticas de los Chicago Boys y condujo al país argentino a la economía de la especulación, la inflación, el desempleo y la parálisis económica.

28 sept 2012

El cáncer de los tiempos


Todo ser vivo lucha por dominar el medio para perdurar como individuo y como especie.  El ser humano ha llevado ese instinto de lucha más allá de la supervivencia; se ve impulsado por la codicia para dominar el mundo y a sus congéneres: es un cáncer social –con la guerra como su expresión más cruel– que ha ido corroyendo la convivencia frente a los que pretenden la humanización de la especie.

Belicistas frente a pacifistas; conservadores frente a conservacionistas; el bienestar de las élites frente al bien común; el poder oligárquico frente al poder ciudadano; el derecho a la propiedad privada antepuesto a los derechos humanos; la educación con el ideario de los privilegiados frente a la educación cívica; plutocracia frente a democracia.

En el mundo de las creencias religiosas se da la misma bipolarización: teología ortodoxa frente a teología de la liberación; fanatismo frente a espiritualidad humanizante… El poder religioso se hace patente en la posesión de un importante patrimonio material y en una eficaz influencia en las decisiones políticas y en los modelos sociales. Coexisten en contradicción creyentes ricos y creyentes pobres.

Los políticos, cuando convierten a los Estados en defensores de los intereses de los poderosos mientras explotan y reprimen a los ciudadanos, prostituyen su función y pierden toda la legitimidad que las leyes democráticas les otorgan. Pierden su condición de demócratas y se convierten en tiranos: modifican las leyes a su favor con el fin de proveerse de un recurso eficaz para utilizar la información como propaganda para engañar al pueblo y reprimir a quienes se opongan a sus políticas. Se transfieren los recursos económicos del Estado, que los ciudadanos aportan a través de los impuestos y sacrificios extremos e injustos, hacia los bolsillos de bancos, oligopolios y grandes empresas.

Frente a esto, los ciudadanos tienen el derecho y el deber de expulsar a los tiranos del poder. ¿Cómo? La presión de la mayoría de los ciudadanos puede mover montañas. No voy a señalar ningún movimiento porque la experiencia dice que los prejuicios de muchos no van a dejar ver la neutralidad y el sentido común, paralelo al sufrimiento común, que anima a algunos de los colectivos que promueven la reacción de un frente cívico de mayorías. Quien quiera entender que entienda y arrime el hombro.

3 sept 2012

¿Qué pasa ahí arriba?



Amigo, ¿no lo estás viendo? Compañero, ¿es que no lo ves? Vecino, ¿no te estás dando cuenta? ¿Qué tiene que pasar para que todos los que están siendo “jodidos” por las políticas que favorecen a los de arriba reaccionen o al menos dejen de apoyarlas? ¿Es ceguera crónica? ¿Fanatismo? ¿Ideología? ¿“Pensamiento visceral”?

¿No lo veis? Les da igual que la crisis se profundice, que el paro siga creciendo, que el hambre se apodere de más de la quinta parte de la población, que se recorten servicios sociales y los ya exiguos sueldos de los trabajadores para costear los desmanes de los banqueros, que la democracia se desactive, que se burle la Constitución, que el Estado recule ante los intereses de la empresa privada... Todo eso, no solo parece no importarles a los que nos gobiernan sino que están demostrando que es la esencia de su dogma neocon, aplicado con alevosía por el otrora ¿socialdemócrata? ZP e impuesto a fondo y con vileza por el gris MR, siempre con la misma cantinela de que no hay otra alternativa –¡sí, la hay!,– que si Bruselas, que si los mercados... de espaldas al interés general de los ciudadanos. Es el método ladino, injusto e inhumano con el que, ante esta infernal crisis que ellos nos han provocado, los políticos occidentales de las últimas hornadas se confabulan y alían con la oligarquía global para allanarle –allanarse– el camino del poder económico absoluto, festín al que se incorporan, al compás de música sacra, durante y tras su actividad política. Todo, por supuesto, dentro de la legalidad que ellos mismos se hacen a la medida.

Pero no hay que preocuparse porque el actual gobierno va a poner coto a tal desmán y no va a permitir que los banqueros ganen más de 500.000 euros, aunque las pasen canutas para llegar a fin de mes. Aún así, los ciudadanos no satisfechos con esto pueden preguntarse ¿en qué hucha guardan los amos del mundo el botín sustraído y que dicen que equivale a los presupuestos de Estados Unidos y Japón juntos (21 billones de dólares, como mínimo)?  Sí, sí, donde estáis pensando: en los paraísos fiscales que hay fuera y dentro de casa sin contribuir con un solo céntimo a sacarnos de este infierno en el que nos han metido.

¿Que no todos los políticos contribuyen a este atraco? ¡Puede ser! Hay bellos discursos pero, por sus hechos (y por sus corbatas; mirad la foto) los conoceréis. Si es que estamos dispuestos a conocer qué está pasando ahí arriba, naturalmente. Y si después, dando un paso más allá, fuéramos capaces de plantarnos, provocar la ruptura de este sistema impuesto con engaño y exigir que surjan alternativas creíbles y justas, por supuesto.

20 ago 2012

Encrucijada histórica




Aquel 12 de mayo de 2010 pudo cambiar el rumbo de nuestra historia. Faltaron “riles” y decencia para decir escuetamente: “Yo, Presidente del Gobierno de España, ante la exigencia de unas reformas erróneas e injustas que los poderes económicos financieros imponen sobre nuestro país a través de Bruselas, poniendo en riesgo nuestra democracia e independencia, por no traicionar la voluntad de los ciudadanos que pusieron su confianza en mi programa, presento mi dimisión”. Y, consecuentemente, disolver las Cortes y convocar elecciones.

¿Qué consecuencias hubiera tenido esa demostración de coherencia y honradez política? ¿En el electorado? ¿En la “clase política”? ¿En Bruselas? ¿En Alemania? ¿En los países ricos del Norte? ¿En los empobrecidos del Sur por el saqueo de los del Norte? ¿En la actitud del G.H.? ¿En la opinión pública mundial? ¿En los movimientos de ciudadanos rebeldes? ¿En la credibilidad del propio socialismo? ¿Hubiera sido un suicidio nacional o empezar un nuevo rumbo  contra viento y marea?

Este tiempo deshumanizado, desquiciado y duro que vivimos exige decencia, sensatez, solidaridad pero, sobre todo, la presencia de políticos firmes y decididos que se atrevan a ponerse del lado del pueblo engañado.

Cambiando personajes, pero ante más despotismo y en circunstancias mucho más críticas, Andalucía tiene ante sí la misma encrucijada histórica de someterse o rebelarse. ¿Merecería la pena rebelarnos y retroceder voluntariamente unos cuantos años para empezar un proyecto colectivo nuevo en nuestro propio beneficio o aceptar sumisos las injusticias que nos harán retroceder engañados esos o más años en beneficio de los poderosos que nos dominan? Como llegará el día en que, para capear el desastre ecológico global, nos veremos obligados a practicar una economía del decrecimiento, ¿podríamos aprovechar la ocasión de ofrecer a las demás Comunidades el ejemplo de una salida digna de la crisis? Decrecer, desglobalizar y compartir cuanto podamos es una exigencia para el futuro. Está bien claro que  emprender este camino es mucho más duro que adaptarse al devenir, por muy suicida que este sea, y aunque nos estén amenazando con negarnos los recursos que estatutariamente nos corresponden.

¿Tiene Andalucía recursos propios suficientes para tirar para adelante? Una economía más basada en el trabajo artesanal, sin olvidar la alta tecnología, ¿no humanizaría más la vida de los andaluces? Agricultura y ganadería colectivizadas –ya cité el ejemplo de Marinaleda–, socialización de la tierra, industria ecológica agroalimentaria de alto rendimiento, pesca y piscifactorías sostenibles, banca pública autonómica que aporte créditos que incentiven la actividad económica, proteja el ahorro e impida la especulación, fondo de garantía solidaria, fiscalidad progresiva e independiente, mercado interior y sistema de exportación e importación regulado desde el punto de vista económico y ecológico, energías limpias, atenuación de la huella ecológica, desarrollo tecnológico, cultura y mantenimiento del patrimonio y de los ecosistemas, turismo, servicios y administración, actividad artesanal y técnica de gran nivel profesional en todas las ramas (carpintería, fontanería, electricidad, mecánica, construcción, panadería, restauración, reparación de todo tipo de artefactos, evitando el “usar y tirar” que impone la “obsolescencia programada”…).

31 jul 2012

El Gigante Hambriento


Desde la particular opinión de un indignado más, observo con decepción que, al igual que en un patio de vecinos, los políticos se culpan unos a otros de ser los causantes de la crisis, como es el caso de España, sin que dejemos de tener razones para criticarlos, porque vendieron su alma al diablo. Lo grave no es discutir si son “galgos o podencos”, sino que deseen ignorar su origen y su voluntad de ocultarlo. ¿Conocemos que nuestro país, así como la mayoría de las “democracias” occidentales (sobre todo Europa), lleva muchos años haciendo política de rodillas y obligando al ciudadano a vivir arrodillado? ¿Aún no notamos que nuestra Constitución es papel mojado porque vivimos bajo un régimen colonial?: Si el Gigante Hambriento tose, sus satélites ingresan en Urgencias; de él dependemos.



El Gigante Hambriento  (G.H.) se constituye desde su origen, caso único, como “Un  Imperio-niño” (así lo llamó su fundador G.W.) que tiene que crecer a costa de apropiarse del territorio que necesite para su expansión y dominar militar y económicamente a quienes se opongan  (siguiendo el patrón histórico de todos los sistemas imperialistas). El puritanismo de los colonos fundadores les impelía a creer y propagar la idea de que los propios indios y en general los demás pueblos del planeta ansiaban ser rescatados de su ignorancia y alcanzar la libertad aunque, paradójicamente, se impusiera la necesidad de ser dominados o exterminados.

 

Sobre esto escribe Chomsky en El Imperialismo salvaje de los…: <<“Alrededor de los años veinte del siglo XIX, un juez del tribunal supremo escribió sobre esta cuestión. Decía que era un tanto extraño que a pesar de todo nuestro altruismo y nuestro amor por los indios, estos se agostaran y se dispersaran como “las hojas de otoño”. ¿Cómo era posible? Añadía que la divina voluntad de la providencia “trasciende la comprensión humana”. Es la voluntad de Dios. No podemos aspirar a entenderla. Esa concepción  –llamada providencialismo–  consistente en pensar que obedecemos invariablemente la voluntad de Dios ha llegado hasta el presente. Hagamos lo que hagamos, estamos obedeciendo la voluntad de Dios.”>> ¿No suenan estas palabras a las de Bush cuando decidió invadir Irak?



¿Qué relación guarda esto con la crisis que mencionábamos al 
principio? Desde 1933 (comienzo de la regulación para evitar el estallido de otra burbuja bancaria como la de la Gran Depresión) hasta finales de la década de los setenta, el G.H. vivió su “época dorada del capitalismo” de Estado. Esto supuso, con la regulación de los mercados especulativos, un cierto avance de los derechos sociales, que coincidieron con la creación del estado del bienestar en la Europa socialdemócrata. Esta política estatal impidió la aparición de otra burbuja financiera hasta que en los años ochenta comienza un giro radical en las políticas económicas del G.H y de G.B.: Con el apoyo a la banca “a la japonesa” (si la banca pierde el contribuyente paga) y la desregulación del mercado de las finanzas (que se reafirma durante el mandato de Clinton y sucesivos presidentes hasta nuestros días), las rentas del capital irán superando a las rentas del trabajo. Esto quiere decir que la economía productiva, la real, va siendo desplazada por la economía financiera, la especulativa, la del encumbramiento de una clase de ricos que van a acumular más riqueza y poder con la gran burbuja de las finanzas, los seguros, los fondos de inversión, los negocios inmobiliarios, las hipotecas basura, lo que le proporcionaba el dominio sobre los mercados, la banca y el poder político, con el empobrecimiento progresivo de las clases menos afortunadas. Se implanta una especie de gigantesca mafia legal en que los programas liberales del Estado y los intereses de las grandes empresas de las finanzas tienden a confundirse. Es la llamada, erróneamente,  “segunda edad dorada”. El sistema también “entusiasmó”  a Europa.

Pertrechada la oligarquía con tanto poder económico, costean las campañas de los que van a gobernar el G.H., los senadores, los congresistas, los legisladores… Así, El Imperio-niño se convirtió en el G.H. en el que sus gobernantes están comprometidos y se identifican con los intereses y la codicia del uno por ciento de la población superrrica que necesita extender los tentáculos de su imperio económico al resto de los países. La deuda pública de los países dependientes del G.H. y las materias primas y energéticas ajenas son el gran botín que hay que aprovechar para aliviar la enorme deuda que crea la política exterior y de defensa del G.H. (centenares de bases militares, ocupación geoestratégica y alianzas de dominio), sin la cual el destino divino de controlar el mundo para “imponer la libertad de los pueblos” y defenderlos de los  comunistas ateos (“durante la guerra fría”), enemigos de la libertad,  y de los terroristas del “eje del mal” (tras la caída del muro de Berlín), sería imposible.


      
                                                   
Los técnicos de las finanzas van a manejar el poder político y económico mundial desde Wall Street (también desde la City). Para hacer frente a la deuda pública galopante del G.H. existen instrumentos muy poderosos con los que se persigue traspasar parte de los efectos de la deuda propia a los países de su influencia. Esos instrumentos son: 1. El control sobre el sistema monetario mundial (la Reserva Federal con la “maquinita de hacer dinero” le permite comprar, a través de la banca, su deuda pública y evitar que se especule con ella, al mismo tiempo que se ve reducida la deuda exterior). 2. El control sobre los mercados de deuda y derivados (las Agencias de calificación, que se identifican con los intereses de G.H., señalan con el mayor descaro los países que están en peor situación para iniciar el asalto a su deuda pública provocando su saqueo y la necesidad de recortar los presupuestos para equilibrar el déficit sin tocar las grandes fortunas de las que las oligarquías de G.H. forman parte a través de la gran banca y las empresas multinacionales; resulta sospechoso que, por el contrario, agencias independientes den la misma calificación a G.H. a Gran Bretaña y a España). 3. El Fondo Monetario Internacional que, favoreciendo los intereses de quien manda, ha provocado la quiebra de países en beneficio del G.H. (No estaría de más leer “Por el bien del Imperio”, de Josep Fontana; “El malestar en la globalización”, de Joseph Stiglitz; “Acabad ya con esta crisis”, de Paul Krugman; alguno de los artículos de Noam Chomsky, o de otros autores, como Vicenç Navarro, por ejemplo).

15 jul 2012

El bien común

“Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general” (Constitución Española, artículo 128).

El esfuerzo histórico por conseguir alcanzar el bien común se enfrenta con la realidad de la situación actual en que se intensifica el dominio del sistema de privilegios sociales y económicos. La crisis que nos angustia a la mayoría, provocada por la codicia de los que dominan el mercado global, está siendo aprovechada para desmantelar el estado del bienestar conseguido con el esfuerzo colectivo a lo largo de los tiempos.

La eficaz propaganda de las tendencias neocons de las últimas décadas, programadas en los centros de creación de ideas (los llamados think tanks), arraiga en las masas populares, que aceptan la idea de que el estado del bienestar es insostenible y, como consecuencia, la justa esperanza de ver reducirse la brecha entre pobres y ricos es defraudada sistemáticamante. Se presentan en su doctrina como irrenunciables paladines en defensa del poder eclesiástico, muy alejados del humilde modelo del amor fraterno universal, como correspondería a un buen creyente: la bondad como impulso y fin del bienestar social.

Un liberalismo radical partidista relega el papel del Estado a un segundo plano, lo utiliza para proteger al sector privado, cuyos intereses comparte, y sustrae las mejoras sociales a los ciudadanos que, sobre todo los que tienen menos recursos, ven mermada su posibilidad de acceder a los servicios esenciales. La consiguiente privatización de los servicios públicos basa su eficacia en el beneficio económico, por lo que el interés del ciudadano pasa a ser secundario.

El modelo de recortes sociales es el que desde la Unión Europea se exige cumplir y que, tan obedientes, se aplican en imponer los oligarcas, cuando muchos analistas coinciden en que es el modo más insolidario e ineficaz para atajar la crisis. El modelo es la ruina de la democracia pero, y este es el núcleo de la intencionalidad política que se nos oculta, camina hacia el triunfo de la plutocracia representada políticamente por las fuerzas más conservadoras sin excluir la prostituida tercera via de la socialdemocracia. Todo ello con el visto bueno suicida de la mayoría de los electores que no quieren ver quienes protegen los intereses de los ricos, que salen airosos de todas las crisis al disfrutar de sus privilegios económicos nunca amenazados por una fiscalidad progresiva que ningún gobernante se atreve a implantar.


Pero puede que con la crisis se estén bordeando los límites del sistema. Algo importante empieza a moverse en el seno de la maltratada sociedad civil. Por suerte, hay ya muchos ejemplos de estos movimientos que ven en la globalización el imperio de los poderosos: El 15-M, la Economía del bien común, la Economía solidaria, la Desglobalización, el Frente Cívico, los simpáticos pero indignados Yayoflautas… Tiene que llegar el día en que todas estas voluntades confluyan en un poderoso torrente.

Es oportuno resaltar el ejemplo de gestión comunitaria y cooperativa de un pueblo andaluz: Marinaleda. Es un buen ejemplo, pese a quien le pese, del modelo de economía desglobalizada y de economía solidaria y del bien común. Hasta en el “nobilísimo” Cayetano de Alba, en apariencia, produjo una efímera admiración, sin más trascendencia, claro.

11 jun 2012

Buenos y malos (y 3)








Pese a que se violan o se incumplen constantemente [los derechos humanos] no dejan de ser una buena brújula que debe orientar la conducta de gobernantes y de personas de buena voluntad.








Hay que tener generosidad, sentimientos fraternales y buena voluntad para querer reconocer en qué posición se encuentran los criterios de cada cual en las relaciones humanas –en la de “nosotros” con los “otros”– ya que la percepción “egoscópica” que se adquiere como miembro del grupo dificulta una precisa y objetiva valoración ética reflexiva. Por eso es tan complicado superar la inducida tensión maniqueísta que evitaría rechazar sin análisis previo los argumentos y las justas reivindicaciones de los otros.

Los progresos alcanzados en el reconocimiento universal de los derechos humanos que nos han llevado a una inestable coexistencia pacífica son el resultado de milenios de esfuerzo, sacrificio y sabiduría de las personas más generosas. Pero la historia nos muestra también episodios horribles que hundieron a los habitantes del planeta en el cainismo y la desesperanza, sin que la población mundial pudiera sustraerse a la violencia desatada por los estados en su afán de dominar el mundo. Así ha ocurrido y así sigue ocurriendo en muchos lugares del planeta. En estas masacres participan tanto los creyentes como los no creyentes, porque la bondad y la maldad no son patrimonio de ningún grupo sino que todos se ven arrastrados al abismo por la codicia de los poderosos de distintas latitudes y creencias.

Si no surge una justa reacción unívoca contra esa codicia de “los buenos”, estos culminarán su ciego empeño de mandarnos a todos “los malos” al infierno en que se podría convertir el mundo en un futuro próximo. No solo están provocando la miseria de muchos inocentes, sino que están destruyendo la cultura del saber e imponiendo la del poder, lo que perpetuará la miseria. Siembran ambición y odio donde debería crecer la solidaridad. ¿No va siendo hora de que unidos “los malos”, los de “abajo”, le den una lección de sentido común y de ética a “los buenos”, a los de “arriba”?

Con un movimiento apartidista, heterogéneo, generoso y espontáneo –que muchos, desde la ignorancia, la indiferencia, la desconfianza o la mala fe, califican de algarada de la chusma, pero que puede que sea el inicio de la reacción deseada– ¿no se está gestando ya la conciencia de la necesidad de encauzar una respuesta justa por la indignación que provoca un paisaje ético tan desolador?

Si no cambia la mentalidad de la mayoría de los ciudadanos que están divididos, atrapados en la contradicción, y se contribuye –cada cual con sus capacidades– al esfuerzo colectivo para no seguir padeciendo la tiranía de los dioses del dinero, instigadores del imperante e inhumano “ideario neocon” (¡cuánta bondad destilan los de “arriba”!), estos arruinarán nuestras vidas –sobre todo las de los menos afortunados de los de “abajo”, que siempre son la mayoría–, nuestro medio ambiente y nuestras conciencias, lo que supondría la liquidación del empeño histórico por conseguir la globalización de la justicia y la solidaridad. Lo peor es que gran parte de las víctimas de “abajo”cooperan con sus verdugos de “arriba” ¿Se podrá evitar esta contradicción? Sin una profunda educación ciudadana en el compromiso social, será muy difícil porque la división de los de “abajo” anula todos los esfuerzos.

A pesar de todo lo dicho sobre la crisis hemos de reconocer que, desde que la codicia de los imperios coloniales se extendió por este maltratado planeta, la verdadera crisis la están soportando los más de mil millones de hambrientos que apenas sobreviven ante la inoperancia de los que habitamos en el mundo de los privilegiados que nos indignamos, y con razón, porque nos están arrebatando el estado del bienestar y la esperanza de futuro.




Pero no deberíamos olvidar –sobre todo a la hora de depositar nuestro voto, si es que se propusieran alternativas; y si no: redes y plazas para intentar encontrarla– que la situación es aún más grave al considerar fraternalmente que hay continentes de hambrientos y que también hay hambrientos en todos los continentes. Aunque esta crisis humanitaria esté provocada por los de “arriba”, nos concierne a todos y hay que arrimar el hombro para tratar de resolverla.

Y, ¿qué respuesta política, social y económica se va a dar a la dramática situación ante la noticia de que más de dos millones de niños españoles son pobres? Aunque esta sea una pobreza relativa, no deja de ser alarmante. Si esto está ocurriendo con las necesidades vitales, ¿qué no ocurrirá con su derecho a la salud y a una educación integradora y compensatoria? ¡Pobres criaturas! Pero es que… salvar a los bancos es prioritario. Habrá que añadir que la “ruina” de los bancos no la provocan los de “abajo”, pero sí acaban pagándola, como ya es bien notorio. Se mofan de la pobreza cuando predican moral mientras empujan a los más desfavorecidos a la intemperie del libre comercio que se rige por la “moral” del insaciable mercado: ¡Malvados!, del hambre también habéis hecho una mercancía.

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¡Qué bien quedan los Derechos Humanos enmarcados en los despachos de los amos del mundo y de los vicarios que gobiernan en su nombre! ¡La democracia, como sistema que debe procurar la justicia y la libertad en representación de los ciudadanos, nos la están prostituyendo! Los que intentan impedirlo aún se encuentran en minoría y con demasiadas incomprensiones. Si la aplastante mayoría de los que padecen esta impostura dejaran de ser ciegos, sordos y masoquistas, su energía cívica para adecentar la política democrática y cambiar la realidad sería incontenible. Y ganaríamos todos.

Muchos se preguntarán si un problema tan complejo como una crisis de civilización que nos está llevando a un callejón sin salida se puede despachar con una simple interpretación de los símbolos espaciales. Es lo mismo que yo me pregunto. Pero, ¡algo es algo si actuamos juntos en la dirección acertada! Esta es una buena oportunidad para dejar de vivir como zombis y aprender a vivir con dignidad.

29 may 2012

Buenos y malos (2)

La proxémica nos ayuda a interpretar los significados subliminares que se esconden en los significantes espaciales.

Aunque la proxémica alude al espacio interpersonal, por extensión, nos permitimos la licencia de aplicarlo a otro tipo de relaciones sociales cuando tienen como código de conducta la posición de los individuos en sentido amplio, convirtiéndose en símbolos de un estatus: arriba/abajo, delante/detrás, dentro/fuera, derecha/izquierda… En la cola del paro podemos ver claramente cómo se guarda una prudente distancia interpersonal de forma espontánea: es un código tácito que la proxémica analiza en el campo de los símbolos espaciales. Pero la posición puede cambiar la oportunidad de los individuos; además del valor simbólico de cortesía, posee un valor trascendente. Este valor en las relaciones sociales es el que puede influir en el futuro de los individuos y de toda una colectividad.

¿Reconocen esta expresión: “goza de una buena posición”? Hay posiciones que no merecemos ni controlamos pero que padecemos. Ocurre con esta crisis. Para conocer los culpables no necesitamos pensar mucho. Se puede concretar en este aforismo: La crisis la provocan los de “arriba” y la pagan los de “abajo”. Los de “arriba” parecen intocables: están en la “gloria”; los de “abajo” están como condenados a las penas del “infierno”. ¿Alguien duda de esta evidencia?

¿Nos suena aquello de “sentado a la derecha del Padre”? ¿No es tenida la “derecha” como el lugar preferente? Los malos son despreciados y arrojados a la “izquierda”. ¿No se relaciona la “izquierda”, la siniestra, con lo negativo? ¿Por qué los zurdos han sido tan marginados en casi todas las sociedades? Da la impresión de que la izquierda esté demonizada; como si los creyentes más ortodoxos sospecharan que su Dios particular estuviera arrepentido de haber dotado a los humanos de los miembros de su lado izquierdo. Que cada cual saque sus propias y respetables conclusiones.

Al parámetro espacial se une el parámetro temporal: los símbolos espaciales adquieren connotación a lo largo del tiempo y se consolidan de generación en generación como verdades culturales. Cuanto más tiempo pasa, más factores de interés económico, político y social contribuyen a apuntalar el statu quo a través de esa tradición y de una forzada educación conservadora que se resiste ante cualquier intento de cambiar esas interpretaciones inconscientes de los símbolos.

Sigamos, pues, intentando desentrañar la realidad social a través del modelo espacial. Hablemos de Norte y de Sur. La imagen del nórdico alcanza un alto nivel de prestigio conseguido a través de la cultura del dominante. Un sureño casi siempre resulta poco fiable, si además se trata de un blanco y un negro, relacionados ambos con “arriba” y “abajo”, “norte” y “sur”, la bipolarización aumenta. Añadiendo el criterio de los que estamos “dentro” y los que vienen de “fuera” (en pateras), la radicalidad, el fanatismo y la xenofobia agravan la situación. ¿Qué decir del enfrentamiento secular entre los “buenos” de “occidente” y los “malos” de “oriente”? Por transferencia de estos valores simbólicos, los míos –cuyos actos siempre se justifican– son “los buenos”, frente a los otros, “los malos” que se convierten instintivamente en enemigos, como en las películas de indios y vaqueros que “educaron” nuestra infancia. La connotación negativa desaparece ipso facto si el sujeto exótico nos fascina por su cultura, su fama o su riqueza, y no solo en el mundo del fútbol.

La imagen de los encarcelados nos hace prejuzgar de forma inconsciente: son malos porque están presos; es decir, todos los que están “dentro” de la cárcel son malos. Este tipo de error por generalización otorga a las víctimas de las injusticias la condición de sospechosos o de culpables. ¿No ocurre esto cuando a una mujer maltratada se le tilda con “algo habrá hecho para merecer ese trato”, solo por el hecho de estar “dentro” del género mujer, es decir “fuera” del mundo del macho?

Todo intento de desarrollar una educación que rompa estos patrones engañosos, que promueva una actitud justa, reivindicativa, emancipadora, desalienante, rebelde, comprometida, desmitificadora, solidaria y utópica procede de la “maldad” de unos enemigos del paraíso en el que viven los de “arriba” y molesta o irrita a los aliados contemplativos que viven enajenados “abajo”. Se apuntala por “ley natural” y política el orden establecido porque reivindicar el conocimiento de la verdadera realidad de las cosas amenaza y subvierte ese orden, que suele defenderse con extremada contundencia. El lenguaje opaco que emplean los políticos cuando actúan en connivencia con los poderosos va en contra de la sindéresis y la transparencia que correspondería a un sistema democrático. En lugar de mejorar la realidad, todos los factores apuntados y una persistente propaganda se encargan de hacer que se perciba la realidad impuesta como la ideal. Por eso se teme y se elude la educación que forme ciudadanos críticos con el sistema establecido y se protege, se exige y se impone desde los dominadores una educación conservadora del statu quo.

Todos los rebeldes que en la historia de este mundo han sido acabaron enfrentados a los sistemas despóticos. ¿Recuerdan cómo acabó aquel que nació en una cueva? No solo los revolucionarios encuentran una cruel represión, también políticos, obreros –no olvidemos el simbólico ejemplo de los mártires de Chicago– o científicos –recuérdense a los condenados por la Inquisición–, han pagado un alto precio por tratar de que la humanidad salga de la ignorancia, de la injusticia y se libere de los tiranos. Es notoria la dura resistencia que padecen día a día la gente solidaria como ocurre con los rebeldes religiosos –teólogos de la liberación, cristianos de base, benefactores sociales… que por amor a los de abajo se arriesgan ante cualquier forma de poder injusto (incluso a ser perseguidos por sus propios jerarcas). Esto se atreven a proclamar en Redes Cristianas“La Iglesia será libre solo cuando esté clara y definitivamente desligada del estado y se ponga decididamente al servicio de los pobres y excluidos de este mundo”–.

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Lo mismo sucede con todos los demás líderes e intelectuales que, hasta con el sacrificio de sus vidas, han posibilitado que el mundo progrese en el ámbito de la justicia y la igualdad hasta conseguir que se proclame un principio de justicia universal con la Declaración Universal de los Derechos Humanos (son objeto de derecho prioritarios: la vida y su entorno, la salud, la educación, el trabajo, la protección legal y la vivienda). Pese a que se violan o se incumplen constantemente no dejan de ser una buena brújula que debe orientar la conducta de gobernantes y de personas de buena voluntad.


  Continuará: Buenos y malos (y 3)  

16 may 2012

Buenos y malos (1)

Por ignorancia, por fanatismo, por credulidad, por debilidad o por otros motivos que no serán fáciles de entender, caminamos a ciegas guiados por codiciosos lazarillos que nos pueden conducir como malditos a los infiernos. La condición depredadora que aún constituye a la especie humana tiene como consecuencia el dominio de unos sobre otros. Lo peor de todo es que los dominadores han venido sembrando a lo largo de la historia en nuestras conciencias la confusión entre el bien y el mal, entre los buenos y los malos a través de mitos, tabúes, creencias e historias que no hacen sino abundar en una concepción maniqueísta del mundo.


La simbología espacial, que contribuye a ello, es muy rica en ejemplos: Lo bueno siempre está arriba; lo malo siempre está abajo. Este esquema tan simple y tan primario parece constituir una mentalidad inconsciente universal. Cada persona que llega a este mundo tiene la suerte o la desgracia de pertenecer a uno de estos dos submundos, mejor dicho, al supramundo o al submundo. Pero lo más sorprendente e injusto es que la persona se convierte en buena o mala –según sea de alta cuna o de barrio bajo– porque queda estigmatizada por la situación.

Veamos, los que están arriba, los ricos, son admirables, admirados, envidiados, superiores, su estética nos seduce: creemos ver en ellos la belleza, la verdad y la bondad, como esencia de sus personas y de su clase. Todos los que ostentan poder en los distintos tramos jerárquicos gozan de esta condición privilegiada: reyes, banqueros, presidentes, papas, famosos, triunfadores que llegan arriba… Su esfuerzo por mantener el statu quo es de una eficacia incontestable porque gozan del peso de la tradición, disponen de los instrumentos de represión y controlan los medios de propaganda con lo que consiguen abducir la voluntad de la mayoría de los ciudadanos, incluyendo a los que ocupan el nivel inferior, los de abajo, cuya situación los contamina haciéndolos injustamente indeseables como individuos por su origen pero útiles como instrumento del poder.

Alienados por una cultura de sumisión a los de arriba, atraídos por la seducción de los  “buenos”, gran parte de los de abajo colaboran en mantener ese statu quo, por las migajas que les puedan llegar, por la esperanza de los arribistas de llegar al cielo social o por el legítimo esfuerzo que los coloca arriba por sus propios méritos olvidando pronto a los que siguen sometidos. Clichés, prejuicios, estereotipos, juicios de valor, clientelismo o incluso fanatismo forman parte del arsenal de distorsionadores del sentido común y de la moral que provocan la alianza social y política con  el grupo de los de arriba.



Esta adhesión permite a los que ostentan el poder convertirse en casi dioses y ser considerados como tales. Si no fuera así, ¿cómo sería posible que la multitud se conviertiera en fieles creyentes o súbditos sumisos al creer como verdad absoluta que tienen derechos y privilegios históricos inalienables o que el poder lo reciben de arriba, por la gracia de Dios o por ser elegidos por el Espíritu Santo para pastorear las almas y gobernar –que venga Jesús y lo vea– un reino de este mundo: el Estado Vaticano? Hoy, a los gobernantes “democráticos” la legitimación del poder les viene –enajenando la voluntad popular– de otros dioses a los que tienen que obedecer inexcusablemente: las multinacionales, los mercados y los bancos que, siendo una trinidad, convergen en un solo dios: el dinero. Así se consolida el mundo de los elegidos, el de “los buenos”. No es que ese dios no sea necesario para el progreso. La perversión del sistema viene dada porque los poderosos rinden culto al diablo de la especulación financiera y de la corrupción por encima de afanarse en la producción de bienes, la justa distribución de la riqueza y el respeto al planeta.

La confrontación ideológica entre derecha e izquierda es el resultado de un fraude histórico que consigue dividir a los de abajo olvidando que la amenaza viene de los de arriba, al margen de que la delincuencia y el crimen se den en todos los niveles. Movimientos como el de los indignados están en el punto de mira de los poderosos porque amenazan con unirse contra un falso sistema democrático que cada vez se parece más a un régimen de vasallaje.

La colaboración colectiva por tradición para mantener las cosas como están, no alterar el orden de la naturaleza de las cosas, confiere a los de arriba y a sus simpatizantes un carácter “bondadoso” de legitimidad, son personas de orden: son “los buenos”. Los que pretenden que las situaciones injustas de los de abajo cambien son “los malos” porque vienen a romper las ancestrales reglas del juego social.

Por mucho que queramos ver solo un matiz simbólico en este esquema de análisis, parece evidente que esta forma intuitiva de interpretar la realidad está grabada en nuestros genes, en nuestros memes o en nuestros sueños. La proxémica nos ayuda a interpretar los significados subliminares que se esconden en los significantes espaciales; un ejemplo sencillo nos lo muestran los escaños de un podio.

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  Continuará: Buenos y malos (2)