Hoy, 25 de noviembre, se celebra el
Día Internacional contra la violencia de género hacia las mujeres. Debe
significar un esfuerzo de toda la sociedad por cambiar el signo de la cultura
basada en la tradición ancestral de considerar al hombre superior a la mujer.
Es verdad que una lucha de decenios ha conseguido el reconocimiento legal de la
igualdad, pero en la mente de muchos y muchas permanece la idea de que es
natural el dominio del macho sobre las mujeres. Eso permite que en el hogar, en
el trabajo, en las instituciones y en las relaciones cotidianas, aun se
considere normal que se violen los derechos de igualdad que las leyes les reconocen.
Además de manifestarse y denunciar
los casos de violencia de género, hay que mantener un esfuerzo constante para
desterrar las prácticas discriminatorias que sutilmente perpetuamos a través del
lenguaje, de los comentarios y de las opiniones. Esto no hace sino alimentar
los crueles sentimientos de los machistas violentos que descargan sus instintos
canallas sobre las que consideran como de su propiedad.
Tiene que llegar el tiempo en el que
esta pesadilla que padecen las mujeres y los hijos haya desaparecido para
siempre. La educación de las nuevas generaciones ha de alcanzar vivir con la clara idea
de que todas las personas, sin distinción de sexo, raza, creencias o
condiciones individuales, tienen los mismos derechos. Y esas ideas han de
reflejarse en la actitud que impere en la convivencia.